Las películas de los años 30, de lo que se puede quizá llamar, si no la infancia, "la juventud del cine", deben juzgarse -como todo en la vida- según su contexto. En estos "tiempos modernos" (je, je), es una especie de insignia el que los filmes tengan varios, a veces muchos, personajes, con muchas historias paralelas que se entrecruzan, y que haya un énfasis profundo en lo que se denomina desarrollo de los caracteres (character development). Es importante, no hay duda, que esto suceda. Es el desarrollo de los caracteres uno de los factores que diferencia a una novela de un cuento.
Pero no toda película tiene que ser una novela. Algunas pueden ser "cuentos", y no por eso dejar de ser grandes películas. Es el caso de "Luces de la Ciudad".
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Es una cómica y tierna historia de un mendigo que se enamora de una vendedora de flores... |
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...y no diré mucho más... O tal vez sí. Las apariciones de la dama van siempre acompañadas de un tema musical (esto se llama un "leitmotif"). En este caso, es una bella composición llamada "La Violetera", compuesta por José Padilla por allá en 1914. |
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Junto a Charlie y a la vendedora (Virginia Cherrill), tiene un importante papel (y una gran actuación) Harry C. Myers. |
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La película está llena de payasadas (slapstick) del que Chaplin era un genio, como es harto conocido. |
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Las actuación de Charlie en la escena final está considerada como una de las mejores actuaciones en la historia del cine. |
Un hermoso cuento, si se mira más allá de las payasadas -que no demeritan al filme, sino todo lo contrario. 10/10
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