A veces una película de trama fácil de describir se vuelve grandiosa gracias a sus actores principales. Es el caso de Miseria (1990), un thriller psicológico dirigido por Rob Reiner y cuyos protagonistas principales son James Caan y Kathy Bates. Kathy hace el papel de su vida.
¡Qué grande es el poder que tienen las enfermeras! No sólo tienen la capacidad de sanar, como ángeles lanzados desde el orbe por un Dios condescendiente ante las insensatas guerras que los hombres nos provocamos. También tienen el poder de evocar en el enfermo, en el herido, esa infancia perenne que está oculta en las divagaciones del alma; esa infancia que por más problemas que nos inventemos, situaciones en las que nos metamos, negocios que hagamos, aventuras que disfrutemos y, sobre todo, pecados que cometamos, está allí presente, siempre presente y dormida, como una brillantísima perla en los carnosas tripas de un molusco.
Es por esa evocación de bondad que el de la enfermera mala es uno de los arquetipos de las películas de horror o de suspenso. Ya Hollywood nos había regalado una muestra maravillosa de su representación en la memorable enfermera Ratched de Atrapado, sin Salida (One Flew over the Cuckoo’s Nest, 1975). Ahora, Kathy Bates, eternamente portando un crucifijo sin Cristo, representa a Annie Wilkes, una enfermera maniaco-depresiva. James Caan por su parte, hace el papel de un talentoso escritor, Paul Sheldon, que tiene la desgracia de quedar atrapado en una tormenta de nieve.
La película deja fuertes impresiones. Una de las principales es la manera como Paul maneja esa situación de estar en las garras de la obsesión de otra persona. Las obsesiones son terribles para el que las sufre como enfermedad, pero pueden traer un infierno en la vida de los que habitan alrededor del obseso. La manera como Paul maneja su situación es ejemplar. Interesante cómo por momentos James Caan tiene que actuar como alguien que está tratando de convencer a otra persona de que no está loca. Es decir, el papel que representa es el de un actor (actor -actuando como actor para una mujer obsesa- para el público).
La actuación de Kathy Bates es simplemente inolvidable. No es una mala que sólo es mala, sino una enferma “real”, que legítimamente sonríe cuando le hacen caso, y pierde la paciencia con gritos y… mucho más, cuando no, con un fuertísimo sentido de falsa justicia. Si pudiéramos leer su mente, diría algo como “yo te trato bien, te alimento, te rescato y, por ende, tu me tienes que amar. No importa lo que pienses. No importa lo que quieras. Es justo que me ames. Es simplemente justo.”
Extraño una película en la cual la víctima se deje convencer de las obsesiones de su victimario. En todo caso, Miseria es una maravillosa y horrorífica película, sin efectos especiales ni tonterías, de trama lineal y con muy pocos actores. Una pequeña joya con una maravillosa actuación, que es una joya de por sí. 8/10.
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