¡Qué anhelo insaciable el humano por poder volver al pasado a corregir errores! Es más fácil pedir perdón que permiso, pero luego del error hecho, ¿quién supura las heridas del alma, qué bálsamo mágico elimina para siempre todas las experiencias dolorosas y devuelve a las almas los paraísos que se dejaron de vivir? Viajar al pasado… lo hemos visto directamente en tantas películas (Supermán, Doce Monos, Volver al Futuro…) y de manera escondida (con una creatividad insospechada por parte de los guionistas y escritores) en tantas otras (como en Benjamin Button, Eterno Resplandor, Donnie Darko).
En éste clásico de los 90’s, Arnie regresa del futuro para corregir ese karma que, desde Metrópolis, nos viene a destruir con su brazo desgarrador: la tecnología. Sí, Unabomber tiene razón. El futuro, no lo dude nadie, siempre es negro, caótico, lúgubre… Sea por una burocracia insufrible (como en Brasil), una infinita loa a la pereza y al consumismo (Wall-e), un horror de superpoblación (Cuando el Destino nos Alcance), una peste (Doce Monos), en fin... No hay, o casi no hay, películas que alimenten la esperanza de un futuro donde la tecnología sea algo bueno para la Humanidad. La distopía es el común denominador en el cine de ciencia ficción. Terminator II no es la excepción.
Como decía, Arnie viene del futuro a rescatar a los humanos de la tecnología que, como en un juego cándido e insensato, marcará su inminente destrucción. Pensar demasiado está prohibido. Diseñar por diseñar es demoníaco. “Personas como usted son las que crearon la bomba de hidrógeno… ¡Ustedes no saben lo que es crear, llevar dentro de sí una vida…!”, nos dice Sarah O’Connor, la heroína (una marimacho que descubre su maternidad y su feminidad a lo largo del filme, y quien, atormentada, libera una lucha contra su propio pánico, sus propias desesperaciones… y también contra la incomprensión del mundo ante la inminente verdad que sólo ella sabe).
La película tiene una inmensa carga de fantasía: armas que aparecen por doquier y cuya munición no se acaba nunca (salvo en el momento del golpe letal), candados que se abren con una improvisada ganzúa hecha con un clip, disparos que no fallan, eventos que conducen necesariamente al único lugar en el que se podría destruir al enemigo; en fin, todo lo necesario para un “blockbuster”. Se destaca el aspecto árido, rudo –rough- de la película, mantenido en todo momento (¡muy buen trabajo!).
Así pues, Terminator es el héroe renegado que sabe manejar cualquier aparato elecromecánico, pero que no comprende el misterio de las lágrimas. Él es el Deux ex Machina un Dios -salvador- en forma de Máquina. Arnie lo volvería a intentar luego, en la vida real, como Governator (también llamado "The Running Man"). Como sabemos, no le ha ido tan bien, tras sus consejos a los mejicanos y latinos, y tantas otras cosas.
Mi amor por el realismo o el surrealismo puros y mi desdén por los efectos especiales reforzados y la acción innecesaria me impiden darle un 10/10… Pero es una gran película. Recomendadísima.
Como devolviendo el tiempo, así me sentí ayer, tras ver nuevamente esta película… Desde entonces, cuantas experiencias, cuantos errores cometidos. Quién pudiera regresar a evitar… Pero no. No es posible. Hay que pedir perdón. 8/10.
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