Esas tierras incógnitas son nada más y nada menos que ‘el
mundo’.
Sí, suena un poco raro. Vivimos en el mundo. Pero
Cristóbal decide viajar al mundo como si
fuera un ser llegado de otro planeta. Decide abandonar a su familia e irse sin
rumbo a un lugar fantástico donde no haya hipocresía y donde el dinero no
importe. Dona todo su dinero (veinticuatro mil dólares que le habían
dado sus padres para sus estudios universitarios) a un fondo de caridad, y
viaja por los Estados Unidos ‘a dedo’. Cristóbal incluso adopta un nuevo
nombre: Alejandro Súper-vagabundo (Alexander Supertramp).
La película es bella e inspiradora. Un verdadero logro. Sin
llegar a cursilerías ni exageraciones sentimentales, transmite las inquietudes,
las alegrías y las angustias de este aventurero súper determinado. Las actuaciones son muy buenas. Salvo Vince
Vaughn (quien, afortunadamente, no trata de hacernos reír) no hay actores
conocidos. Incluso el actor principal, Emile Hirsch, es un perfecto
desconocido. El director es el único cuyo nombre sí nos lo sabemos de memoria:
Sean Penn.
Podrían correr ríos de tinta sobre los mensajes de esta
película y todo lo que evoca. Salpicada por el sabor de la buena literatura
–Cristóbal es un apasionado lector-, hay reflexiones filosóficas sobre la
soledad, la felicidad y el sentido de la vida. Hay mucho de Dios en la
película. Incluso parece descubrirse una leve apologética cristiana, cosa que
es muy sorprendente sabiendo que el director es Sean Penn, quien, como diríamos
en mi país, no es ninguna ‘perita en dulce’.
Soltar todo y largarse, qué fascinante...
Volver al santo oficio de la veleta….
-- Silvio
Rodríguez
Algo más vale la pena destacar. Aunque la película tiene muy
buenos escenarios, el director no hace demasiado esfuerzo en “deslumbrarnos”
con ellos. Esto es bueno al menos por dos razones. Primera, no ahorramos ese
malestar de sentir que nos están forzando a que nos sorprendamos. Segunda,
refuerza el mensaje de que toda la naturaleza, esté donde esté, es majestuosa,
no sólo por la imponencia de su belleza sino por su misterio intrínseco. Sea el
bosque, la selva, la playa, la pradera, la naturaleza esconde algo hostil, algo
monstruoso. Tras la aparente inocencia de los animales silvestres hay un
esquema tan fijo -tan preciso-, un hábitat tan complejo y tan inescrutable, que
no podemos dejar de sorprendernos y preguntarnos cómo – y Quién- lo hizo. Es tontería –aunque no entraré en
ello- callar la naturalísima inquietud ontológica del origen, movidos por el
fanatismo de pensar que hacerlo es entrar en supersticiones. ¡Cuánto de
trascendente hay en esta bella película!
Otro tema que daría para un trabajo serio es el cuidado
que tiene el director en hacer que las interacciones entre Cristóbal y las
varias personas que conoce sean, por así decirlo, naturales. Las conversaciones tienen sabor de
espontaneidad. Si bien éste no tan fuerte como en otras películas hechas
intencionalmente para tener esencia de ‘reality’, como un ‘Bruja de Blair’, o
incluso –con sus límites, obviamente- un ‘Distrito 9’, si hay una naturalidad
propia entre los personajes que se maneja con mucha maestría.
Cristóbal conoce a muchas personas en su trayecto.
Y mientras tanto, en su casa está su familia: su hermana y sus padres… Por cierto, ¿identifican a la hermana, la de azul? Una pista: sale en una película sobre un conejo llamado Frank.
y no diré más sino que la tienes que ver. Además, es relativamente ‘limpia’. (10/10)
Tal vez si voy a decir algo más… pero contiene adelantos
(‘spoilers’), así que aquí va:
La historia está basada, prácticamente calcada (bueno, con
las licencias artísticas necesarias) del libro ‘Into The Wild’ (Hacia Rutas
Salvajes) que narra la historia real de Christopher Jones McCandless, toda una
celebridad.
Foto de Christopher en 1990.
Sí, Christopher McCandless era un joven excesivamente
idealista y con una voluntad de hierro. Nació en el ’68, abandonó a su familia, sin dejar rastro, en el
’90. Recorrió parte de Estados Unidos, bajando hasta México por el río Colorado, volvió
a los Estados Unidos, subió hasta Alaska y murió en un bus abandonado en medio
de un parque nacional.
Los personajes de la aventura fueron reales. Aquí, un par de fotos de Christopher con Wayne, el personaje interpretado por Vaughn.
Héroe para algunos, insensato para otros, este personaje
hizo cosas (narradas en la película) rebeldes y chocantes: regalar todo su
dinero, abandonar a sus padres y hermana un día, sin dejar rastro alguno y,
sobre todo –entre todas sus aventuras- meterse a vivir en la inhóspita tundra
de Alaska sin brújula ni mapa. Ciento trece días después de entrar en Alaska,
sufriría una dolorosísima muerte por inanición tras previo envenenamiento.
Llevaba poquísimas cosas, pero son de destacar una cámara y un diario. La cámara fue testigo de sus peripecias, el
diario, de sus ideas. Algunas fotos me producen cierto miedo: me asusta su
determinación inconmovible, como la de un fanático irreflexivo(como aquella del
dinero quemado, o aquella en la que blande un machete). Algunas anotaciones de
su diario son también angustiantes.
La foto al final de la película.
Mensajes desesperados.
El mensaje final: "He tenido una vida feliz, y agradezco al Señor. Adiós, ¡y que Dios los bendiga a todos!
La última foto del pobre Chris, en la que se despide del mundo. Innegable optimismo.
Cuando Cristóbal entró a los bosques canadienses, halló
pronto un bus abandonado en el que vivió. Irónicamente, aquel caminante,
diseñado para estar en un hogar, moriría en un bus estático, diseñado para
moverse. En las escenas finales de la película vemos al pobre Christopher dar
su último suspiro con sus ojos claros, abiertos, mirando hacia el cielo. Esta
escena es mímica de la que protagonizó Sean Penn en ‘Dead Man Walking’. El
paralelo es innegable.
Mi opinión, que no importa, porque lo importante no son las
opiniones sino las verdades, pero en fin, digo, mi opinión es que Cristóbal era un joven en su estado natural. Un joven, que es decir: idealista,
insensato, radical, rebelde. La única diferencia de otros jóvenes con Chris es su radicalidad. Un joven que no quería crecer, como un Peter Pan.
Un joven al extremo. ¿Héroe? Sólo haz una búsqueda de Christopher Johnson McCandless en Internet. Encontrarás tantos defensores como detractores. En todo caso, su determinación dejó un legado memorable.