“Si quieres ser universal, escribe sobre tu aldea”
León Tolstoi.
Tengo la fortuna de vivir con un compañero de cuarto (acá les llamamos roommate) nacido y creado en el sur de India. La semana pasada me contaba que había visto Slumdog Millonaire y que, si bien le había gustado, había muchas películas en India que eran mucho mejores. Me rehúso a creerlo. Puede haber muchas más que a uno le gusten, pero mejores(1), no lo creo.
Slumdog Millonaire narra la vida de Jamal Malik, un muchacho que nace en un tugurio de Mumbai y que para lograr el sueño de ver a la mujer que ama, decide participar en el concurso “¿Quién quiere ser millonario?”.
El esquema narrativo en esta película ya lo hemos visto en otras. En la vida del protagonista principal hay cuatro sucesos que acontecerán cronológicamente:
• Los eventos causales (EC)
• El momento melancólico (MM)
• El gran evento (GE)
• El desenlace (D)
Los EC corresponden al conjunto de sucesos que llevan al protagonista al MM, y que determinan uno o varios problemas a solucionar; puede ser toda una biografía. El MM es un momento que insta a la nostalgia del protagonista, a su evocación de los EC. El GE es un suceso puntual que determina la resolución de todos los problemas. El D es la celebración o el duelo por la resolución, satisfactoria o no, del GE. El MM tiene lugar muy poco tiempo, o durante, el GE. A pesar de este esquema biográfico, la manera de narrar no es lineal. Lo primero que sabemos es que el personaje principal está pasando por el MM. Desde allí se desencadenan saltos al pasado (flashbacks) que describirán los EC, cronológicamente, y que explicarán el por qué del MM y la inminencia del GE. Cuando la explicación culmina, continúa la narración en presente, y ésta se mantendrá durante el GE y el D. Un ejemplo de esto pasa en el libro "Cien Años de Soledad". Gran parte de la historia es contada desde un MM fijo: Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento, recordando ECs. Después de que nos han contado por qué lo van a matar, todo lo que le llevó allí, la historia continúa hacia el GE y el D (me abstraigo de todo lo que sucede en Cien Años de Soledad y me centro sólo en la historia de Aureliano; son múltiples las historias que se entrelazan allí.)
La variación que hace Slumdog Millonaire es sutil pero interesante: el personaje, en el MM, evoca un EC principal en el que a su vez evoca a otros EC. Es decir, Jamal "se acuerda de que se acordaba". Puntualmente (y sin dañar la película), desde su situación evoca el concurso en el que cada pregunta le hace evocar una parte de su pasado.
La película tiene un bello y triunfante colofón, que no tiene nada que ver con la historia, y que es una práctica común en el cine indio. Quienes hayan visto un poco de éste, sabrán a qué me refiero.
* * *
Lo cotidiano, lo familiar, puede ejercer un sobrecogedor encanto. No me refiero a lo que es familiar para el espectador, sino para el director. Por mucho que se estudie a una cultura, no se le puede retratar con rigor si el conductor de la obra no tiene su corazón empapado, al menos parcialmente, en la misma. Conseguiremos un sabor artificial (no digo una mala película necesariamente). Ejemplos de esto son: una fotografía y un maquillaje perfectos sobre los que se “cuelgan” unos personajes o una historia que no es coherente; el uso de las imágenes por computador para rellenar lo que le hace falta a la trama o, a veces, viles y descarnadas mentiras en nombre del “arte” o del dinero. En resumidas cuentas: la experiencia no se puede improvisar. Por mucho que te cuenten cómo fue algo, si no has vivido el contexto del suceso, no puedes en verdad saber, entender y, por ende, comunicar fielmente. Las historias del pasado que ya no vivimos los contemporáneos (es decir, del siglo XIX para atrás), están condenadas ineluctablemente a este daño. En la película que nos ocupa, es evidente que es narrada por alguien que ha vivido en la cultura india. Me rehúso a creer que Danny Boyle, el director, haya sido el artífice espiritual de la obra. Sé que bien puedo estar muy errado, pero me es fácil imaginarme a Loveleen Tandan, la co-directora, diciéndole a Danny qué y cómo hacerlo, y a este último moviendo las cámaras de manera acorde. En todo caso, Danny es británico, lo cual instantáneamente lo enlaza culturalmente con India, si bien esta liga puede ser muy tenue.
La película está llena de corazón, de honradez, de sensibilidad, de virtud y de ilusión. No falta de fantasía (aunque sí, afortunadamente, de efectos especiales), la vida de Jamal es narrada en esa realidad casi fabulosa que es India, con su cultura viva y firme, sus colores y la gente, que pulula. Un aspecto escondido, decisivo, de la película es el valor del sacrificio. En cuanto a la historia en sí, recuerda mucho a “Ciudad de Dios”.
La película muestra una India real. Barrios con kilométricos tugurios. Por esto, ha sido acusada de fomentar el “estereotipo” de la India pobre. Diré con esa frase no del todo falsa: “Los estereotipos existen porque son verdad”. Los estereotipos son hijos de la experiencia de la mayoría, y la aquiescencia, muchas veces tácita, de los afectados por ellos. Es cierto que no hay que fomentarlos. Es decir, se debe tratar a las personas con respeto y darle a todos oportunidades de acuerdo a su situación. Sin embargo, la pobreza en India es una realidad. ¿Habrá que presentarse, pues, una fantasía edulcolorada y “lo que debería ser” en vez de lo que es? ¿Por qué mentir para quedar bien, cuando la verdad es más importante que quienes la promulgan? Me extraña que, de acuerdo con Wikipedia, al filme no se le haya criticado por reforzar el estereotipo que enlaza al Islam con la violencia. Hay que dejarle de tener miedo a decir verdades, sean o no estereotipos.
En fin, queda lo que queda, y al final, esta película es una obra de arte. La recomiendo vivamente a todos. Si mi compañero de cuarto tiene razón, el cine indio es el mejor del mundo. Al final de la película dije como dice Adal Ramones, el humorista mejicano, al mofarse de las mujeres: “¿Cómo que por qué lloro, señor Terminator? Lloro… lloro porque, al final…”. 10/10
(1) La calidad en el cine, así como en cualquier arte, es algo objetivo. La defensa de este enunciado es discusión filosófica que no viene a cuento.